UN NUEVO RETO DE “EL ACEBO DE CASA MURIA” – MADRID / LISBOA, EN BTT, EN 9 ETAPAS (725 km)

 

 

 

 

 

En Casa Muria nos gustan los retos y si son deportivos más todavía. Habíamos oído hablar de la carrera en bicicleta de montaña “Madrid Lisboa en NON STOP”, y pensamos que nos gustaría mucho hacerla pero de una manera diferente…teniendo tiempo para disfrutar del paisaje, de la gastronomía y sobre todo de la compañía de buenos amigos, y así comenzó todo…un mes de mayo del 2019.

 

 

Sabíamos que el entrenamiento era fundamental, son etapas de entre 70 y 100km diarios, con desniveles importantes de más de 1000m en muchas de sus etapas, recorridos nuevos y llenos de aventuras inesperadas…por lo tanto sabíamos, como en anteriores retos en bici de montaña (como fueron el camino Santiago, la ruta del Cid, la Transpirenaica, Pedals de Foc, Pedals de Occitania o nuestras Travesías cicloturistas por Europa), que prepararse física y sicológicamente, así como una buena logística, eran claves para poder conseguir este nuevo reto, que nos llenaba de energía e ilusión.

 

 

El recorrido no está marcado como tal, por lo cual un buen GPS y planos en papel, son fundamentales, ya que en los 9 días no nos encontramos con ningún otro participante.

Las primeras etapas eran bien conocidas por nosotros ya que se desarrollaban en buena parte del sistema central, incluyendo la sierra de Gredos. Pero a partir del valle del Jerte empezaba un territorio totalmente nuevo para nosotros.
Decidimos emprender el viaje un sábado, así dos de nuestros amigos pudieron acompañarnos durante las dos primeras etapas, habíamos reservado diferentes hoteles y hostales pequeños con encanto a lo largo de toda la ruta, por lo que era necesario sí o sí, llegar a final de etapa.

De esta manera descubrimos las localidades de Robledo de Chavela, el Tiemblo, el embalse del Burguillo, Navaluenga, Burgohondo y Hoyos del espino, en plena sierra norte de Gredos, con espectaculares vistas del pico Almánzor, la cima más alta de todo el sistema central, con sus 2592 m en el que todavía quedaba algo de nieve.
Desde esta maravillosa atalaya como es esta sierra, nos quedaban más de 1000 m de descenso a lo largo del valle del Jerte, donde pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas de un mar inacabado de cerezos y de su apreciado fruto rojo, que deleitaron no sólo nuestros ojos si no también nuestros estómagos.

A partir de aquí, hizo acto de presencia un enemigo con el que no habíamos contado, y no nos referimos a los ataques de avispas asiáticas, ni alguna que otra garrapata ni a las traicioneras ortigas, ni tampoco a algún que otro cerdo ibérico belicoso…no….nos referimos a una ola de calor con máximas de 38 grados, que hizo que las etapas se volvieran infernales…en las que cualquier fuente, acequia o vestigio de agua, fueron recibidas como un maná caído del cielo.

Así que poco a poco y a pesar de estos contratiempos llegamos como fin de etapa a la población de Cedillo, pequeño pueblo extremeño pero con una importancia vital para nosotros… queréis saber por qué? Fue el punto elegido para cruzar el impresionante río Tajo… y ohhhh sorpresa en este punto no hay paso fronterizo…así que teníamos dos opciones, hacer un largo rodeo de más de 40 km, o contratar los servicios de un peculiar personaje, apodado “el chuli” que con su pequeña barca de remos y de dos en dos, consiguió que al día siguiente a las 9 de la mañana nosotros y nuestras bicis cruzáramos el río y pisáramos por primera vez territorio portugués.

A partir de aquí y por todo el Alentejo portugués el calor aumentó, y gracias a las pequeñas poblaciones que íbamos atravesando, que todas disponían de un pequeño bar al estilo de los que había en España en los años 70 y que amablemente nos atendían, descubrimos tres elementos claves que nos ayudaron a superar el último tercio del recorrido…cuáles fueron?
Los famosos pasteles de nata, sus salgadiños y una bebida que nos salvó la vida…tanto fue así, que adquirió la categoría de “Pócima Mágica”, nos referimos el agua con gas “Pedras Verdes”, que aparte de todas las bebidas que llevábamos con nosotros, (dos litros agua, líquidos isotonicas), fue dicha bebida la que contribuyó definitivamente a sobrellevar el calor y la deshidratación.

En la última etapa bajaron unos grados la temperatura, y sentimos algo parecido a una brisa marina.. el Atlántico estaba más cerca.

Animados por este deseo de llegar al mar y ver Lisboa, realizamos los últimos kilómetros con la motivación necesaria para alcanzar nuestro objetivo y hacernos la foto más deseada de este viaje…ver el mar desde la preciosa Torre de Belén, ya en Lisboa.


Ha sido un viaje cultural, un viaje deportivo, un viaje gastronómico y sobre todo un viaje de amistad y de aunar voluntades en equipo.
Desde Casa Muria os animamos a realizar esta ruta, y estamos a vuestra entera disposición para aclarar cualquier duda técnica o logística sobre esta bonita aventura.
¡Os esperamos en Casa Muria!